15 abril, 2019

TRAS SU MANTO DE NEBLINAS
NO LAS HEMOS DE OLVIDAR.
LAS MALVINAS ARGENTINAS!
CLAMA EL VIENTO Y RUGE EL MAR!

Viernes 2 de abril de 1982. Argentina y Gran Bretaña entran en Guerra por la Soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

El Jueves 1 de abril, el día anterior al inicio del conflicto bélico, la Plaza de Mayo estaba repleta de gente protestando contra la política del General Galtieri, el entonces presidente de facto de la agonizante dictadura militar, que nos agobiaba por esos años, desde el 76.

El viernes 2 de abril, regreso a casa pasado el mediodía. Al abrir la puerta salta a mis ojos la imagen de la Plaza de Mayo nuevamente llena y enfervorizada, que el televisor reproducía, y Galtieri anunciando la epopeya de la invasión argentina a las Malvinas, por lo que esta vez era fervorosamente ovacionado.

Me desplomé en el sillón. No podía entender lo que estaba sucediendo en forma acelerada. Dos hechos, dos situaciones irreconciliables la una con la otra.

No atiné a expresarlo, sí sólo a pensarlo: ¡Un disparate. Nos van a hacer bolsa los ingleses y sus aliados. Qué locura es ésta. No estamos en la Edad Media. Para qué está el rol de la diplomacia! Y en cuanto a la medición de fuerzas estábamos francamente en inferioridad de condiciones. ¿En qué están pensando los que nos gobiernan?

A partir de ese 2 de Abril, después del izamiento de la bandera que los alumnos de secundaria realizaban en silencio, docentes y chicos entonábamos religiosamente el Himno a las Malvinas.

Durante el izamiento, cada mañana, seguía con la mirada la bandera que subía por el mástil al ritmo pausado impuesto por los chicos que ese día estaban a cargo de hacerlo. Sentía congoja, y me surgía un rezo en silencio por nuestros soldados que estaban allí.

Pasaron los días, mi estupor fue cediendo. Con ansiedad escuchaba las noticias y devoraba los diarios: íbamos bien (decían). Quizás se produzca un milagro (pensaba).

Día a día y con alguna esperanza, rezaba por los muchachos que sin lugar a dudas luchaban heroica y victoriosamente por nuestras islas, en la creencia de que estaban bien pertrechados y alimentados.

Organizamos una Peña en el cole a fin de juntar fondos y alimentos para nuestros soldados pensando con seguridad que lo recibirían allí, en ese lugar querido y frío, y los ayudaría y reconfortaría.

Leía y comentábamos en clase con mis alumnos los derechos que nos asistían y sus fundamentaciones como así también las gestiones que realizaba nuestro entonces Canciller, Nicanor Costa Méndez, según trascendían . Luego … sin palabras y con un inmenso dolor, pasado el tiempo, unos meses, que nos parecieron una eternidad, el 14 de junio, la triste noticia de que nos rendíamos, que fuimos vencidos. A la que siguieron catarata de noticias sobre que las cosas enviadas por muchos no habían llegado; que nuestros soldados estaban muertos de hambre y frío; y que su regreso fue sin pena ni gloria.

Una espina clavada en el corazón de los argentinos.

Los que fuimos espectadores de los hechos jamás lo olvidaremos.

Nuestro eterno homenaje a esos Soldados que fueron enviados a una muerte segura, irreflexivamente.

SU LUCHA, SU VIDA Y SU MUERTE NO FUE NI SERÁ EN VANO.

Gloria y Honra por siempre a los Soldados que lucharon en Malvinas, a nuestros Héroes de Malvinas.

TRAS SU MANTO DE NEBLINAS
NO LAS HEMOS DE OLVIDAR.
LAS MALVINAS ARGENTINAS!
CLAMA EL VIENTO Y RUGE EL MAR!

Lic. María Marta Fernández Serrano
Directora General