2 octubre, 2019
Los encontramos a cada paso de nuestras vidas. En las fotos, en los relatos, en los recuerdos, en las historias, en nuestro lenguaje, en las tradiciones familiares, en los por qué de nuestros gustos y nuestras emociones. Son nuestros padres, nuestros abuelos y demás ancestros. Están innegablemente en nuestro ADN.
Explica la emoción incontenible, las lágrimas que inundaron mi rostro ante la sorpresa de los que me rodeaban, al escuchar las canciones que en las calles de un pueblo de España o Italia, entonaban los lugareños en festejos pueblerinos. No me eran extrañas. Resonaban con vitalidad en mí. Cuerpo y espíritu se reconocían en sus orígenes en ellas sin anteponer ninguna reflexión. Intensa experiencia que me hizo sentir mágicamente cerca de ellos y misteriosamente transportada a no sé qué tiempos. Les pertenecía, no me eran ajenos. Fue maravilloso.
En el barrio, en aquellas épocas de inmigrantes, podía observarse a algunas mujeres que apenas se asomaban a la puerta de sus hogares, escoba en mano, vestidas de negro, con largas polleras y pañuelo al cuello o sujeto a la cabeza, de cabellera entrecana. Sólo por esas breves y fantasmagóricas apariciones se sabía de su existencia.
Quizás fuesen italianas o españolas, al hablar sí podía distinguírselas, pero eran calladas y en apariencia sumisas. Y digo en apariencia, porque presiento que su fuerza por el desarraigo estaba en ellas.
Otras del mismo origen, eran activas y se integraban a la sociedad, estudiando o trabajando, adaptándase a esta nueva sociedad y a su cultura. Contrastes inevitables de la inmigración, el enfrentamiento de la tradición y la renovación al que son impulsados para sobrevivir los inmigrantes, en un mundo nuevo.
Al hombre sí le estaba permitida la transformación, debía integrarse a la nueva cultura para sobrevivir y proteger a los suyos. A la mujer no siempre se le permitía, no siempre debía, no siempre quería.
Todos ellos, cada uno a su manera, nos legaron esfuerzo, y sacrificio, amor y lealtad, perseverancia y respeto, gratitud y compromiso.
Hoy el mundo, del que Nuestra Patria no es ajena, tiene otra oleada de inmigrantes, que huyen de la miseria, de la opresión, en busca de una vida mejor para ellos y sus hijos. Esa ha sido siempre la meta de los inmigrantes: una Vida Mejor. Muchos de los que vinieron a nuestra tierra lo consiguieron, por ello dice Nuestra Constitución :“ Y A TODOS LOS HOMBRES DEL MUNDO QUE QUIERAN HABITAR EL SUELO ARGENTINO”
Y permítanme un homenaje a mis padres, inmigrantes que hicieron honor al generoso recibimiento que tuvieron en Nuestro País, dejándoles construir con esfuerzo y vocación su sólido legado que los ha trascendido y en el que están siempre presentes: la Escuela Modelo Sarmiento, fundada en 1941 por un español y una italiana, y en donde sabe latir con fuerza el espíritu fundacional. Sólo los que lo sentimos, que no somos pocos, nos unimos a él continuando ese legado.
Lic. María Marta Fernández Serrano
Directora General
En homenaje a a todos los inmigrantes que llegaron a la Argentina, y en especial a Fulgencio Fernández y a Cesira Battaglini de Fernández, inmigrantes y fundadores de la Escuela Modelo Sarmiento.
Publicado en la Revista “Los Inmigrantes”.